Más crítico con el aspecto de este nuevo infante fue el Embajador de Francia, quien escribió a Luis XIV: “El Príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración; tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura (…) asusta de feo”.
Con el fin de que aquel débil muchacho
sobreviviera, fue alimentado por 14 amas de cría distintas, que le amamantaron
hasta la edad de 4 años, y no se continuó durante más tiempo porque se
consideraba “indecoroso” para un monarca. Sin embargo, no pudo sostenerse en
pie hasta los 6 años de edad, debido probablemente a un raquitismo por déficit
de vitamina D, agravado también por la falta de luz solar, puesto que
prácticamente no se sacó al niño al exterior por temor a los enfriamientos. Se
sabe también que distintos padecimientos de origen infeccioso minaron la salud
del pequeño monarca: infecciones respiratorias de repetición, sarampión,
varicela, rubeola y viruela. Además, padeció epilepsia desde la infancia hasta
los 15 años, que posteriormente recurrió al final de su vida. Y, por último, no
podemos olvidarnos de un evidente retraso intelectual: Carlos II no aprendió a
leer hasta la edad de 10 años y nunca supo escribir correctamente. Padecía ataques
de cólera desmesurados y tuvo adicción alimentaria al chocolate (chocoholismo).
Último del linaje de
los Austrias, un enfermo desde su nacimiento hasta su muerte, probablemente por
la continua endogamia practicada por sus ascendentes:
“Felipe III y Margarita de Austria son, a la vez,
sus abuelos y bisabuelos. Su padre estaba casado con una hija de su hermana,
por lo que, a la vez, era tío segundo de su hijo y su madre resulta ser prima
de su propio hijo.”
Carlos II fue proclamado rey en 1665, a los cuatro años, tras la muerte
de su padre Felipe IV .Era una persona educada por teólogos y sin conocimientos
políticos. Su mala salud hacía sospechar que moriría joven, por lo que nuevamente
se descuidó su educación; nadie se preocupó de prepararle adecuadamente para
las tareas de gobierno.
La Reina, Mariana de Austria, tomó la regencia hasta que Carlos II tuvo 14 años y se le consideró mayor de edad y por tanto, con capacidad para reinar.
La Reina sería asistida por una Junta de Regencia formada por seis miembros.
Cuando se abrió el testamento de Felipe IV, uno de los miembros de la Junta ya había fallecido, quedaba así vacante el puesto del Arzobispado de Toledo. Su titular, el cardenal Baltasar Moscoso y Sandoval, había muerto sólo unas horas antes que Felipe IV. La reina hubo de buscar soluciones y con la intención de dejar vacante el puesto de Inquisidor General, obligó a don Pascual de Aragón a ocupar el Arzobispado de Toledo. De este modo el puesto de inquisidor quedó libre para ser ocupado poco después por el máximo confidente de la reina: su confesor el padre Juan Everardo Nithard. Así, el padre Nithard llegó a copar puestos de gran relevancia en la monarquía, actuando como un verdadero "valido" al ser casi la única persona en la que la reina regente depositó su plena confianza.
A pesar de que Felipe IV dispuso en su testamento que se favoreciera a Juan José de Austria, su hijo bastardo y, por tanto, hermanastro de Carlos II, la reina le excluyó de todo cargo político.
Juan José de Austria luchó denodadamente por conseguir un puesto de relevancia en la Corte, visiblemente desgastado por sus continuadas campañas militares en Italia, Cataluña, Flandes y Portugal. La lucha contra Valenzuela, sucesor de Nithard, aumentó y, apoyándose en la nobleza, Juan José de Austria marchó sobre Madrid y tomó el poder en 1677. Valenzuela fue desterrado y la Reina madre abandonó la Corte fijando su residencia en el Alcázar de Toledo. Juan José de Austria, con el apoyo popular, se convirtió en el nuevo valido. Su gobierno quedó ensombrecido por la lucha política contra sus adversarios y la dramática situación de la monarquía hispánica, obligada a ceder el Franco Condado a Francia mediante la Paz de Nimega en 1679.
En ese mismo año, el Rey, de 18 años
de edad, se casa en primeras nupcias con María Luisa de Orleans de 17, sobrina de Luis XIV de Francia. Aunque nunca llegó a estar verdaderamente enamorada de su marido, con el
paso de los años María Luisa llegó a sentir un genuino afecto hacia él. Carlos,
por su parte, amaba tiernamente a su esposa. Ante la falta de sucesor la reina
llegó a realizar peregrinaciones y a venerar reliquias sagradas. Finalmente
murió en 1689, por una
apendicitis aguda, según reveló su autopsia, dejando al rey en un estado depresivo.
Dada la preocupación por la falta de
descendencia, al año de la muerte de María Luisa, se casó con Mariana de
Neoburgo. Sin embargo, a pesar de los fértiles antecedentes de ella (los padres
de Mariana tuvieron 23 hijos), la descendencia no llegaba. En su desazón,
potenciada por las reiteradas simulaciones de embarazo por parte de Mariana, el
mismo Carlos sospechaba que un hechizo proferido contra él le impedía
engendrar, razón por la cual ordenó en 1698 investigar el tema al Inquisidor
General, el Cardenal Rocaberti. Los truculentos peritajes concluyeron que el
rey había sido víctima de un hechizo, el cual:
“Se lo habían dado en una taza de chocolate el 3 de
abril de 1675, en la que habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle
el gobierno; entrañas para quitarle la salud y riñones para corromperle el
semen e impedir la generación”.
Carlos
II fue exorcizado mediante una serie de pócimas asquerosas, entre ellas
pichones recién muertos sobre la cabeza para evitar la epilepsia y entrañas
calientes de corderos para sus procesos intestinales, las cuales sólo lograron
empeorar su ya delicada salud. Finalmente, su esposa Mariana se apiadó del
pobre enfermo, poniendo fin a los repugnantes remedios y a los embarazos
simulados.
El Rey, plenamente consciente de su
incapacidad para asumir las funciones de gobierno, dejó el mismo en manos del duque de Medinaceli (1680-1685)
como su valido, y posteriormente en el conde de Oropesa (1685-1691). El último intentó poner orden en la
economía y hacienda real, creando para ello la Superintendencia General de la
Real Hacienda, presidida por el marqués de Vélez, que, aunque no funcionó como
era de esperar, marcó el comienzo de las futuras reformas borbónicas.
Durante el reinado de Carlos II tuvieron
lugar dos guerras contra Francia, En 1684 en Ratisbona se firmó una tregua de
veinte años con Francia, tregua que fue rota en 1690 al concluirse una alianza
entre España, Inglaterra, los Países Bajos y el Imperio dando lugar a un tercer
enfrentamiento bélico que duraría hasta 1697. Los ejércitos franceses ocuparon
una serie de plazas catalanas e incluso se apoderaron de Barcelona en 1697. En
esta tercera guerra contra el vecino país, España intervino en las filas de la
Liga de Ausburgo, junto al Imperio, Austria, Suecia y el Papado. La guerra
finalizó con la paz de Ryswick, La primera derrota seria de la política
exterior de Luis XIV, que se vio obligado a ceder a España plazas en Cataluña.
Flandes y Luxemburgo, mostrando así su interés por conseguir para los Borbones
la sucesión al trono español.
Los
años últimos del reinado de Carlos II estuvieron marcados por la locura del
monarca, producto de las presiones políticas y las intrigas palaciegas, y por
el problema sucesorio, como consecuencia de la inexistencia de hijos. Ante esta
última cuestión se avivó una pugna por hacerse con el trono y con su herencia.
En un principio, el candidato designado era José Fernando Maximiliano, hijo del
elector de Baviera, pero éste falleció en 1699, y volvió a presentarse el
problema de elegir entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y
biznieto de Felipe III, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y de su hermana
María teresa de Austria y biznieto de Felipe IV. Esto provocó una
contienda por la
sucesión al trono español en la que intervinieron las principales potencias
europeas. La Corte se dividió en dos bandos, por un lado la reina apoyaba al
candidato austríaco, y por otro Carlos, quien pensaba que sólo el apoyo de
Francia podía asegurar la conservación de la monarquía en toda su integridad
territorial. Todo esto le hizo decidirse por Felipe, y sin ceder a presiones
mantuvo su elección hasta el final dejándolo por escrito el 2 de octubre de
1700 en el testamento que hizo un mes antes de su muerte.
El
5 de octubre de 1700, el Dr. Goleen escribe:
“Su Majestad recibió los Sacramentos e hizo
testamento el día 2 aunque se ignora su contenido pues se guarda absoluta
reserva. La enfermedad es grave pues en pocos días ha tenido más de 200 cursos
(deposiciones); perdió el apetito y está extenuadísimo, al punto de parecer un
esqueleto”.
Todavía
duró tres semanas más. Extenuado, respirando fatigosamente, haciendo sus
numerosas deyecciones en la cama y tras dos días en coma, precedido de una
fiebre alta, murió el día l de noviembre de 1700. Sus últimas palabras fueron,
en respuesta a una de la Reina: “Me duele
todo”.
Por
tanto, Carlos II, último de los Habsburgo españoles, expiraba en Madrid, a la
edad de 38 años, Según el médico forense, el cadáver de Carlos “no
tenía ni una sola gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de
pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados,
tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua”,
dejando un testamento sucesorio que provocaría una guerra, la guerra de
sucesión que daría paso a una nueva dinastía en la monarquía de España, la de
los Borbones.
¿por que sale así?carmen
ResponderEliminarAINHOA:
ResponderEliminarA mi me salen blancas algunas partes.